Y el ángel, el mensajero, fue creado por Dios junto a otros miles, formando
parte de la dualidad y de la ambigüedad de lo desconocido. Originalmente, todos
los ángeles eran santos y gozaban
de la presencia de Dios y del ambiente del cielo. Sin embargo, también estaban
los “otros”, los que se hacen “sentir” sin necesidad de “estar”.
Abaddon, también conocido como Apollyon y apodado “El
desolador”, es considerado como el encargado de incitar la
desesperación, la desolación y el sentimiento de aislamiento y abandono en las
personas. Su trabajo se entiende realizado exitosamente cuando los instigados
tienen la sensación de que nada tiene sentido y que sus batallas están
totalmente perdidas. Es por ello que se le suele relacionar con los suicidas y
desquiciados. Todo parecería indicar que existen formas para identificar su
presencia, sin embargo, es muy difícil liberar a sus víctimas una vez que están
bajo su maleficio.
Existe un contrasentido en lo que respecta a su personalidad, a la
bipolaridad que lo trastorna pues está relacionado tanto al bien como al mal. Fue
un ángel nacido en la primera generación de ángeles creados por Dios, siendo
parte de la séptima jerarquía. Fue entrenado para ser un amante de la justicia,
un ser que se debatía entre el bien y el mal pero el tener en sus manos dicha
justicia no fue algo bueno debido a que su propio criterio fue lo que lo cegó,
llevándolo a la corrupción de su alma. En contadas ocasiones realizó misiones
en la tierra y fue a través de ellas donde comenzó a cuestionar el
comportamiento de los humanos. No podía entender cómo la misma creación de Dios
era capaz de destruir sus otras obras y sin motivo, como la naturaleza y los
animales, sin tener derecho alguno para ello. Su idea del ser humano como
sujeto vil que no merecía ser parte del mundo se afianzó a tal punto que lo
juzgó como un error de Dios, cometiendo su primer pecado. Pese a que habló con
el Señor para que hiciera justicia, ello no ocurrió y en un arrebato de ira
hizo pagar a cada humano que, a sus ojos, no merecía misericordia, haciéndolos
sufrir de la misma manera como ellos hicieron sufrir a los inocentes,
calcinando sus almas hasta mandarlos al olvido.
Gran parte de la humanidad fue destruida sin motivo aparente, hasta que lo
descubrieron y fue llevado a juicio, auto declarándose culpable pero de limpiar
al mundo de la escoria. Sus últimas palabras antes de que lo condenaran, fueron
“No me arrepiento. Le he hecho un bien al
mundo, y si el señor no lo hace yo lo haré”.
Su castigo fue eterno. Sus hermosas alas fueron prendidas en llamas, las
cuales consumieron cada pluma hasta entrar en su propia piel, quemando el hueso
para que no volvieran a crecer, donde quedó una enorme cicatriz. Después de que
sus alas se consumieron, todo su ser se prendió en llamas, el fuego se
extinguió en su propio cuerpo, volviéndose parte de él, quedándole un sello en
el dorso de la mano derecha, lo que sería el recordatorio de aquel suceso. Abaddon fue arrojado al Hades,
desterrado del mundo que alguna vez consideró su hogar. Muchos años pasaron y a
través de ellos aprendió a controlar aquel fuego que lo quemaba por dentro,
años en los que no sabía qué camino debía seguir. Sus únicos compañeros durante
ese tiempo fueron los animales, a los que había protegido siempre pero fue Lucifer
quien lo cuidó en aquel lugar donde se sentía inseguro, enseñándole a controlar
su ira, a pesar de las riñas que tuvieron alguna vez, al cual considera hoy en
día su verdadero hermano, muy por encima de los demás. Con el tiempo su alma se
fue consumiendo en su propio rencor hasta no quedar nada de ella más que un
hueco negro, olvidándose de lo que alguna vez fue, viviendo sólo para su
venganza que no era otra que destruir a la humanidad, pues es a quien culpa
junto a los celestiales hipócritas.
Abaddon es considerado como un ser narcisista y egocéntrico,
maestro de la hipocresía, la terquedad y la obstinación, extremadamente
confiado de sus habilidades, negociador por naturaleza, que busca conseguir sus
objetivos por más difíciles que sean éstos, aunque sea sólo por simple
capricho. También se caracteriza por ser juguetón, usando a los humanos como
juguetes a quienes ocasionalmente mata de manera accidental por lo que opta por
conseguir nuevos. Sus pasatiempos preferidos son escribir, escuchar música,
leer, pintar y recolectar objetos.
Respecto a sus habilidades, se encuentran la de moverse y volar a gran
velocidad y la de cambiar su forma corpórea, adoptando las humanas o de
animales e incluso combinándolas. Es muy fuerte y asimila todo tipo de dolor,
venciendo alguna debilidad propia de carecer de la protección de Dios.
Asimismo, regenera rápidamente sus heridas, volviéndose a colocar partes
amputadas. Se transportan de manera inmediata de un lugar a otro en todo tipo
de planos, usa la telepatía, la telequinesis, el control mental, posee la inmortalidad
y la capacidad para crear cualquier cosa material con sólo pensarla; asimismo,
goza de la posesión del cuerpo y alma de los humanos, la detección de la presencia
de cualquier ser vivo, el control, aunque no de manera extraordinaria del agua,
fuego, tierra, aire y electricidad y la Umbraquinesis.
Abaddon posee gustos bastante retorcidos como la felicidad de ver
sufrir a quienes lo rodean, cuando un alma cae en pena y al infierno o al ver
la sangre escurriendo del cuerpo de otro. También, goza de lastimarse a sí
mismo cuando está molesto para bajar su mal humor. Es practicante in excelso de los siete pecados
capitales y no duda en redundar en ello.
Odia a las personas buenas, las que ayudan a los demás y a los que cumplen
los mandamientos de la ley de Dios. Detesta que le ordenen y mucho más que lo
ignoren. Es un virtuoso en el manejo de las armas blancas, gran estratega
aunque no participe directamente en las guerras y muy fiel con quienes considera
dignos de su lealtad. ¡Es un demonio que se nutre del terror y del sufrimiento, que no se da por vencido jamás, que vive entre las sombras y que por momentos hace luz, que al poseer a su víctima no lo abandona nunca más!