Han
transcurrido casi veinte años y aún me es incomprensible e inaceptable la
muerte de Marta Lidia Ugarte
Román, profesora, modista y militante del Partido Comunista de Chile, de tan
sólo 42 años, quien fue detenida, asesinada y desaparecida por el Régimen
Militar del cerdo dictador Augusto Pinochet. Para personas tan deleznables como
él no era suficiente asesinar; mentes tan siniestras necesitan ocultar sus
crímenes en la sombra aunque nunca puedan escapar de la conciencia que le
pertenece al tiempo.
Según ciertas investigaciones, agentes de la DINA
(Dirección de Inteligencia Nacional) capturaron a Marta Ugarte el 06 de agosto
de 1976 en su domicilio, recluyéndola en “La Torre”, en el centro de Detención de Villa Grimaldi. Posteriormente, fue trasladada al centro de detención Peldehue donde, por orden del Coronel Germán Barriga, debería ser
asesinada por medio de una inyección que el '”doctor” Osvaldo Pincetti debía colocarle. Una vez suministrada la inyección, la
ensacaron y ataron a un riel de tren. Como aún se encontraba con vida, uno de
los agentes de la DINA la ahorcó con uno de los alambres con los que su cuerpo fue
atado al riel para luego ser arrojada desde un helicóptero al mar.
Las pesquisas posteriores determinaron que Marta Ugarte fue torturada. Le
arrancaron las uñas, le fracturaron la columna, la golpearon salvajemente ocasionándole
fracturas costales múltiples, ruptura y estallido del hígado y del bazo, la luxación
de ambos hombros y cadera, y la fractura doble en el antebrazo derecho. No
obstante ello, también fue quemada. Debido a que el saco no fue atado fuertemente,
el mar devolvió su cuerpo semidesnudo a la playa de La Ballena ubicada a 182 Km al norte de Santiago de Chile. Se calcula
que la fecha de su muerte fue el 9 de septiembre
de 1976.
Aunque cierta prensa (los periódicos El Mercurio, La Tercera y La Segunda) quiso hacer pasar su muerte
como un crimen pasional, la verdad se hizo paso, siendo considerada como la
primera víctima fatal del régimen dictatorial comandado por Pinochet.
“Hay
demasiado mal para tan poco espacio y no hay suficiente infierno para tanto
demonio. El cielo es muy pequeño cuando se mira desde abajo, para vivir en
pesadillas no es necesario tener sueño”. Javier Salas Solís