jueves, 13 de julio de 2017

Sortilegio

Sobre el hielo se echó a dormir un rayo de sol, como cuando se desprende el cabello de una mujer sobre su hombro por sortilegios.

Pasaron los días y aquel rayo de sol se fue hundiendo sobre el hielo, dándole lentamente la tibieza firme del presente que se arriesga al futuro. Con los meses, el rayo se apoderó del hielo y lo disolvió convirtiéndolo en charco, permitiendo observar que debajo de él yacía un corazón adolorido.

Aquel corazón, se cubrió de espanto al sentirse descubierto. No le había sido fácil ocultarse bajo el hielo pero con ausencia de algún vestigio de voluntad se fue enamorando del rayo que lo dejó a la intemperie.

- Cuidado corazón- le dije al divisarlo desde lo alto. Los rayos aparecen y desaparecen como lo hacen el día y la noche en común calendario- le adherí.
Siendo puro sentimiento, no dio crédito a mi advertencia y se entreveró en amoríos de sábana y balcón pero el tiempo siempre es cruento y más cuando de fidelidad se viste. El rayo decidió dormir en un campo distinto, dejando al corazón flotando sobre aquel charco que alguna vez fue hielo, hundiéndose hasta ahogarse mientras intentaba matar sus sentidos. Cuando casi lo perdía de vista, logré susurrarle un cántico que lo animara a revivir.

- No te enamores de rayos como cabellos de mujer caídos cuál sortilegio. Hazlo del propio sol que jamás se esconde y siempre te alumbra, como lo hace una buena mujer que es tan sol como el que en el cielo brilla, te es fiel aun de noche y espera con impaciencia ser tu luz para siempre.