¿Qué niño hecho dibujo nació en Sudamérica con mucho
color y pasiones abundantes, con mirada de anciano y pensamiento señorial, con
paso melódico, cargando banderolas, regando jardines y cosechando amistades?
¿Qué niño recibió nuevos trazos en la ciudad de Lima,
alcanzó la adolescencia y se asimiló atribulado, guardó el arcoíris en la
cartuchera y se vistió de gris, se enamoró del amor y cayó en un abismo
profundo?
¿Qué niño soportó los borradores, el corazón remendado,
el espíritu hecho calcomanía, la caída de su cielo celeste, caminar al borde
del abismo por décadas y no correr la suerte de perder el equilibrio, ver su
mundo hundido y con él a muchas de las personas que más quería?
¿Qué niño se escapó del papel y decidió dejar de ser
figura y fondo, transmutarse en lluvia de verano, escapar de la ciudad de
cemento, ponerle fin a su caricatura, a su tribulación, a su vida grisácea, a
su febril enamoramiento pues el niño nació una vez pero murió muchas otras, fue
velado en cada oportunidad pero nunca recibió un digno entierro?
¿Qué niño aceptó las consecuencias de empezar a latir sin
el propio consentimiento y ha sido constreñido a permanecer en esta esfera purulenta
para seguir cumpliendo el rol de hijo, hermano pero jamás el de un hombre común
amado y respetado por su condición de sobreviviente y creyente en la
importancia de trascender lejos de la banal fama?
Una flama rebelde se ha escapado de la chimenea del taller
del dibujante y mi navidad se va convirtiendo en año nuevo mientras el fuego va
consumiendo mi dibujo, mis trazos, mi falta de color. Con el humo me libero de
este juego sin contrincantes y pronuncio por última vez esta inveterada
perorata:
¿Qué niño hecho dibujo desapareció entre la humareda, aquella
que volvió cenicienta la noche, que regaló un poco de sombra a los colores y se
llevó a otro cielo a ese niño atribulado para que pasadas las tres décadas pudiera
volver a nacer?
Escrito dedicado con amor propio.