Nadie escucha a un gusano, nadie le habla a un gusano, nadie se percata de
la ausencia de un gusano y en sí, nadie advierte cuando un gusano viene o se va
pues nadie lo extraña. Nadie se cuestiona si un gusano tiene destino y, de
tenerlo, no le importa saber cuál es. Nadie repara si un gusano tiene hambre o
sed, si es capaz de sentir o de esperar algo, en el sentido lato de “esperar”.
Nadie recibe noticias de un gusano ni espera recibirlas, no le escribe cartas o
mails, no le interesa llamar a un gusano ni recibir sus llamadas, nadie toma
interés acerca de la labor de un gusano, no le importa si es opulento y acumula
riqueza porque un gusano no puede jugar en la bolsa, manejar un carro último
modelo o comprar un departamento en la zona más exclusiva de la ciudad pero tampoco
le interesa si es pobre o representante empírico de la mendicidad.
Nadie le da crédito a un gusano, menos le da trabajo ni le perdona las
deudas. Nadie celebra el nacimiento de un gusano, si tiene familia o si ésta
crece. A nadie le importa la muerte de un gusano ni la llora. Nadie es amigo de
un gusano o se enamora de uno. Nadie cree en la bondad de un gusano o en su inocencia,
a nadie le importa el dolor de un gusano, nadie busca que un gusano sea feliz
porque su felicidad muere en él mismo, porque pase lo que pase siempre será un
gusano, aquí o allá, arriba o abajo.
Nadie le cede el paso a un gusano o evita pisarlo, salvo que le dé asco el
resultado del crimen. Nadie cree en la transmutación, en la resurrección o en
la reencarnación de un gusano porque nadie cree que un gusano tenga alma. Nadie
se inspira en un gusano, poetiza, arma debates sobre su vida o se toma el
tiempo de filosofar sobre uno y es que nadie quiere actuar como gusano o que lo
vean o comparen como tal. A nadie le gusta que le digan “gusano” porque se lo
considera despectivo. Nadie piensa que un gusano siente, canta, ríe, llora,
ayuda o piensa, salvo que sea el de un dibujo animado.
Nadie piensa en el encuentro con un gusano porque asocia dicha cita al momento
de la muerte o al banquete que se celebra tres metros bajo tierra. Así de
fúnebre es la asociación directa.
Y si de ser peyorativo se trata, se considera que la apariencia del gusano es
repulsiva, nada amable para la vista. Su consistencia bascosa, nauseabunda, quizá vomitiva y su comparación denigrante, redundo en ello. Sin embargo, en
la vida, es muy fácil que alguien intente hacerte sentir como un “gusano”,
incluso tú, que dices amarme tanto. Eso sí, una vez que ello ocurre, es muy
difícil dejar de sentirlo.
Dejo al libre albedrío la comprensión de mi expresión.
No puedo detenerme a explayarme más pues el deber me abunda y me sobrepasa. Debo
seguir con mi movimiento peristáltico, hacer un hoyo donde pueda esconder mi
vida, encontrar una manzana plagada de huevos de mosca azul o esperar la
autolisis de los cadáveres.
En esencia, nunca somos más de lo que somos pero,
en ciertas ocasiones, somos más de lo que nos hacen sentir.