No ha caído nieve aún y aunque estamos en el trópico de Sudamérica, algunos todavía tienen la esperanza de que la navidad sea blanca, colmada de árboles robustos, con luces y adornos por doquier, esa navidad típica de lugares donde se celebra más la abrupta llegada de un gordo de bigote y barbas blancas, vestido con ropas rojas, que trae regalos en un trineo que vuela, jalado por renos festivos que se detienen en el techo de cada casa para que el gordito barbudo baje por una estrecha chimenea que en la mayoría de los casos no existe en el país.
Faltan 30 días para navidad y no ha caído nieve aún en esta parte del trópico de Sudamérica. La navidad se acerca a tropel y las personas van asimilando cada vez más la fecha, se van preparando para las vacaciones y pensando en los regalos que desean recibir y los que deben comprar. El comercio ambulante practica el abandono de sus escondites y las tandas publicitarias de la televisión son invadidas por muchas ofertas. Es claro. Las ideas abstractas de felicidad son fácilmente consumibles.
Faltan 10 días para navidad y no ha caído nieve aún en esta parte del trópico de Sudamérica. Las personas siguen trabajando pero de a pocos sus mentes caen sumidas en este paquete navideño que nos inculcan desde niños. Las empresas celebran con todo el personal las festividades venideras como estrategias de inclusión y motivación. Todos beben, comen, bailan, unos se van, otros se quedan. La idea de tránsito es ejemplar. Muchas personas inician y otras culminan sus compras propias de la época. Otras los miran pasar y se quedan pegadas como moscas en las vidrieras de una carnicería. Se planean los platillos a servir en la cena de la víspera. Para un grupo, es el tiempo del pavo, de la piña servida en trozos, del arroz árabe, de la champaña, del chocolate caliente y el panetón. Para otro grupo es tiempo del pollo, los purés de camote y papa, el tamal o lo que permita el presupuesto. Y a pesar que todo indica que el mundo avanza, existe otro grupo para el cual es la época de mirarse y abrazarse porque ello no cuesta y nadie te lo puede impedir mientras tengas un sentimiento bueno dentro de ti.
Faltan horas para navidad y no ha caído nieve aún en esta parte del trópico de Sudamérica. Muchos ya están reunidos para celebrar la fiesta, para cenar, para abrir los regalos. Algunos pensamos en las personas que hemos perdido y otros piensan en las que están por llegar. En algunos hogares hay risas, en otros hay llanto. En unos se mezclan la alegría y la felicidad, en otros la distancia y la melancolía. Falta muy poco y aun así en las calles hay niños y madres que intentan convencerte de comprar papel de regalo o tarjetas navideñas. Falta muy poco y en esta parte del trópico existen cosas que te congelan más que la misma nieve. Miro la noche y a través de mis pupilas veo un mundo paralelo, un mundo ajeno para muchos, de exclusividad a elección arbitraria y dictatorial.
Faltan pocos segundos para navidad y no ha caído nieve aún en esta parte del trópico de Sudamérica. De muchas cosas no estoy seguro. De la nieve, de los regalos o la carencia, del hambre y la glotonería, de los abrazos, del llanto. Ya es 25 de diciembre y de algo estoy seguro. Ha nacido Jesús en mi corazón para salvarme nuevamente.