Hay caminos que no quiero
seguir, ciertamente sinuosos, que no tienen retorno, los que uno jamás se imagina pisar o
siquiera verlos a lo lejos, en lontananza pero ello no evita que existan.
Hay personas que te aman y
dejan de hacerlo, que te necesitan y luego prescinden de ti, que te hicieron
parte de sus vidas con fervor pero que en cierto momento de ellas te volvieron un punto
aparte en sus renglones, aquellas a las que no quieres decirles adiós pero que
en el fondo sabes que lo harán alguna vez contigo.
Hay sentimientos y
emociones que no deseo conservar en mi interior, apasionamientos que me alejan
de la razón y que me exponen al peligro de la vehemencia, cuitas y alegrías que
rompen la templanza necesaria para no caer en la locura y que a pesar de ello
no puedo dejar de sentir.
Hay palabras que jamás quiero escuchar, que quiebran el alma transitando por los oídos, que se convierten en puñales que te desgarran vivo, que laminan tu piel como una cebolla y que explotan dentro de ti hasta hacerte desear la sordera, palabras cruentas e inefables que no puedo evitar oír.
Hay palabras que jamás quiero escuchar, que quiebran el alma transitando por los oídos, que se convierten en puñales que te desgarran vivo, que laminan tu piel como una cebolla y que explotan dentro de ti hasta hacerte desear la sordera, palabras cruentas e inefables que no puedo evitar oír.
Hay dolores y tristezas
que te destrozan el corazón, que te hacen minúsculo a tal punto de cuestionar
la necesidad de dejarlo latir, que te marcan con ensañamiento y te aniquilan como
Atila, que te impulsan a arrancarte el pecho con
calambres para reemplazarlo con un viejo circuito básico, dolores y tristezas
que anhelo evitar pero que no me son ajenos.
Hay circunstancias que no
quiero experimentar, finales que cuestionan los inicios, silencios que se
ahogan en sí mismos, llanto, risa, pasión, piel ausente, camas vacías y manos
apretadas, deseos relegados a la resignación y días enteros congelados en
nuestras pupilas, tantas vivencias que no escogería pero que no están expuestas
a nuestra libre elección.
Hay caminos que no quiero
seguir, personas que dejan de amarnos, sentimientos que no deseo conmigo, palabras que no quiero escuchar, tristezas
que destrozan el corazón y vivencias que jamás elegiría y hay tanto de ello en
mi vida que vivir espanta y no puedo creer que mientras el tiempo me cercena con sus indómitas agujas tú
sigues viviendo en trance esperando el tren que te ayude a escapar muy lejos de aquí.